EL ORDEN DIGITAL

domingo, 15 de junio de 2014

OSCAR BIDABEHERE EVOCA A SU PADRE

 

Mi padre abrazándome, con mi madre y Carlitos, mi hermano. Cuánto extraño ese abrazo, ese cobijarme, y que poco duró, apenas diez años.Estamos en nuestra primera casa de la calle Belgrano, allá en Deseado. En la misma cuadra, dos personajes ilustres del pueblo, el flaco Sendes, ese peculiar filosofo peronista y Leon Soto, el periodista por antonomasia, la pluma que retrató tan bien a Facon Grandem, testigo privilegiado de las huelgas del '20. Estamos a escasos metros de la Comisaría desde donde dispararon a los huelguistas ferroviarios, el mismo lugar donde cuando enviudara trabajó mi madre, y yo la acompañaba en noches oscuras. Mi padre era una suerte de Quijote criollo, un trashumante que bajó desde las luces `porteñas al desierto patagónico. Recaló en Las Heras dejando sus huellas, arando con su jovialidad la aridez del lugar, cautivando a la platea femenina con osadía, ligué una pizca de esa enjundia. Luego en el ´48, en su andar, ancló la nave en Deseado y depuso sus velas ante mi madre. Y vinimos nosotros tres. Pero su cuerpo ya estaba herido y le pasó factura. Me quedó su agudeza para los números, su pasión por River, los domingos de naipes y vermuth en la Cueva del Ferro, y aquellos memorables partidos de bochas en el Covadonga. Su pequeña biblioteca y esa adicción por escuchar radio que me acompaña hasta estos días. Y una noche de reyes, cuando sentado en sus rodillas, contemplábamos la luna llena, con su grandiosidad lumínica, y me contaba como desde esas manchas , de enigmáticos cráteres, los reyes preparaban su partida cargados de regalos.

Oscar Armando Bidabehere

1 comentario:

Alberto Orero dijo...

Hola Oscar!!!!
Un abrazo a la distancia!!!

Alberto Orero